En esto de internet he sido siempre muy reacio a desvelar parcelas de mi privacidad que creo que no interesan a nadie, pero en este caso puntual creo que es de recibo romper esa regla y hablar algo sobre mí. Soy violinista, trabajo en la actualidad en la Orquesta de Valencia. En mis años de formación, como es de costumbre, he pasado por diversos profesores (no muchos), pero el caso de Gonçal Comellas ocupa un puesto de honor, un verdadero punto de inflexión en mi vida profesional. Lo conocí en un curso de verano, en Cuenca, y más tarde en otros en Torroella de Montgrí o Llançá. Pero fue en uno de esos cursos que me cambió la vida: me propuso trasladarme a Madrid (donde por aquel entonces él vivía) y seguir estudiando regularmente con él. Asímismo me facilitó la estancia ayudándome a ingresar el la Orquesta Sinfónica de Madrid y en la Orquesta de Cámara Reina Sofía. Todo un privilegio. Durante ese tiempo, un período frenético de trabajo y estudio, tuve que compaginar las clases particulares, intensísimas y enriquecedoras en todos los aspectos, con el trabajo cotidiano en ambas orquestas, giras, grabaciones, etc.
Más tarde la vida nos llevó por diferentes caminos: a mí de vuelta a mi tierra natal y a él, tras varias visicitudes, (entre las cuales la más severa fue la aparición de la distonía focal que pondría fin a su carrera como violinista), a su reconversión en profesor de violín y más tarde, en director de orquesta. No hemos mantenido el contacto, cosa que he lamentado profundamente en muchas ocasiones, pero por mi parte no tengo más que palabras de un profundo agradecimiento por lo mucho que me ha dado.
Gonçal Comellas tuvo unos inicios muy prometedores (él nunca se ha considerado un niño prodigio, sin embargo), que le llevaron a participar y conseguir premios en concursos internacionales de gran prestigio: Carl Flesch (Londres), Jacques Thibaud (Paris) o Reina Elisabeth (Bruselas), entre otros. Su carrera de concertista tuvo un final abrupto por las circunstancias arriba mencionadas, pero con una gran entereza se supo reinventar, dedicándose a la pedagogía y la dirección de orquesta. Su vida no ha sido facil, y más en un país como España, donde todo esto de la música se toma bastante poco en serio, y dedicarse profesionalmente a ello es una heroicidad. Persona directa y honesta (el subtítulo del libro no puede estar mejor puesto), poco político a la hora de expresar sus opiniones, nunca ha tenido miedo de tomar decisiones claras que podían cambiar su futuro.
Como pedagogo, mi experiencia con él no puede ser más positiva. Haber trabajado con él grandes obras del repertorio me ha formado más allá de dichas obras, dotándome de un sistema de trabajo y una visión musical de la partitura que me ha servido durante toda mi vida. En multitud de ocasiones se me ha planteado la duda de cómo enfrentar una frase musical, llegando a la conclusión de que la mejor manera habría sido imaginar cómo lo habría hecho Gonçal en mi lugar.
El libro es exhaustivo, con mucha bibliografía y material gráfico y epistolar. Muy organizado y muy bien planteado. Un pequeño consuelo a mi resquemor por no haber mantenido el contacto ha sido comprobar que se me cita en un par de ocasiones, como uno de sus alumnos. Gracias, maestro.