The LaSalle Quartet, Conversations with Walter Lewin
Antes de nada, he de confesar que nunca he estado muy interesado por el cuarteto LaSalle, por varias razones. Una de ellas es que se especializó en el repertorio de la segunda escuela de Viena y obras posteriores, repertorio que a mí, la verdad, me interesa intelectualmente pero no me apasiona ni me apetece escuchar habitualmente. Otra razón es que lo asocio a unos videos en los que tocan obras de Berg, Webern y Ravel. Esos videos, grabados en sus últimos años, presentan a cuatro abuelitos que no están en su mejor estado de forma, la verdad es que no son muy atractivos. Más tarde, y sobre todo a raíz de la lectura de este libro, he escuchado sus grabaciones y la verdad es que mis prejuicios han desaparecido en gran medida. Basta escuchar su grabación del 2º cuarteto de Ligeti, partitura en mano, para apreciar y admirar la exactitud, limpieza y virtuosismo que demuestran. Realmente son merecedores de la fama que tienen. Pocos grupos, ya sean de su época o actuales, demuestran su compromiso hacia esta música de esta manera tan acusada.
Pero vamos al libro. Se trata en su totalidad de conversaciones entre Walter Levin, 1º violín y fundador del cuarteto, con Robert Spruytenburg, y la verdad es que se lee de una manera muy amena. Lo primero porque nos muestra una época histórica realmente complicada: la del Berlín de antes de Hitler, cuando Levin fue forzado a emigrar a Palestina, viendo su familia que las cosas se podían poner realmente feas en Alemania. En Palestina tuvo la suerte de contar con unos profesores excepcionales, que le dotaron de una formación muy completa, y más tarde emigró a los EEUU, donde al poco tiempo formó el cuarteto que constituiría el centro de toda su vida.
Esa etapa sería todo menos un camino de rosas: nos enseña la cantidad de obstáculos y dificultades que tuvo que superar, por una parte y, curiosamente, la ventaja de hacerlo todo en un país como Estados Unidos, donde pudo aprovechar el patrocinio privado y la igualdad de oportunidades al máximo. En varias ocasiones durante el libro señala que todo lo que consiguió en EEUU hubiera sido impensable en Europa: ser cuarteto residente en varias universidades, con un presupuesto generoso, la posibilidad de hacer conciertos, giras, etc., tocando realmente lo que querían, y no lo que los organizadores exigían. Hay que señalar que Walter Levin se nos muestra como una persona realmente obstinada y determinada, que tuvo que luchar con mucha incomprensión, incluso entre los propios de su propio cuarteto, que no todos estaban por la labor de trabajar de esa manera y con este repertorio tan difícil e ingrato en ocasiones.
Porque esa es otra, en muchas ocasiones Walter Levin, con una modestia increíble, nos recuerda que su cuarteto no era nada del otro mundo, que no eran para nada rápidos en montar repertorio, pero que lo suplían con un trabajo incansable y minucioso. Trabajo que no todos estaban dispuestos a aguantar, como quedó claro con los sucesivos cambios en algunos componentes del grupo. Así como sus coetáneos del cuarteto Amadeus, Juilliard u otros podían tener un repertorio mucho más amplio y disponible en cualquier momento, el LaSalle tenía que conformarse con tener unos pocos programas y lentamente ir adquiriendo nuevas obras. Un trabajo, insisto, muy duro y minucioso.
El libro se lee con avidez, es como un Who's who de la época, con referencias a compositores, músicos, cuartetos, etc., y es realmente interesante. Señalar, por ejemplo, la cantidad de cuartetos célebres que estudiaron con ellos, como el cuarteto Alban Berg, Prazak o Artemis, en sus estancias como profesores en Colorado y Cincinatti.
Contiene una exhaustiva sección en la que habla de los compositores de los que estrenaron obras, a menudo por encargo suyo. Una lista enorme e impresionante, y en la que habla de algunas obras en particular. Muy interesante.