Dicen que rectificar es de sabios. En mi caso, tendría que
decir que no es de sabios, sino de tontos cargados de prejuicios. Janine Jansen
siempre me ha parecido una gran violinista, pero visualmente siempre me ha
parecido muy exagerada, con mucho movimiento, abundancia de muecas, gestos, que
en ocasiones me han parecido fuera de lugar.
Pues bien, me voy a tener que tragar mis palabras, una
detrás de otra. Sus últimos discos de Bach (las Invenciones y Sinfonías, con la
2ª Partita, y los Conciertos para violín) me han parecido modélicos. Asímismo
he podido ver un DVD titulado "Janine", así como suena, de un tal
Paul Cohen, mezcla de documental y película, donde nos la presenta en su vida
diaria. Y la verdad es que mi idea ha cambiado totalmente. Dando por descontado
que se trata de una violinista de una enorme técnica, es que musicalmente es
espectacular. Y precisamente me he dado cuenta de ello en el repertorio más
camerístico, como es el disco que nos ocupa.
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un CD. Comenzando
por las obras. Juntar la Verklarte Nacht de Schoenberg con el Quinteto en Do M
de Schubert puede parecer una barbaridad, pero la cosa funciona admirablemente.
No son obras fáciles de escuchar: el Schoenberg por su densidad, y el Schubert
por su duración, entre otras cosas.
Otra cosa que puede tirar para atrás es el hecho de
presentar el disco con una foto de la glamurosa Janine Jansen, su nombre en
letras muy grandes, y tanto las obras como los otros intérpretes en letras
diminutas. Supongo que es cosa del marketing.
Pero en cuanto comienza a sonar se disipan todos los
resquemores. No escuchamos el típico disco de la supermegaestrella de turno y
cinco más, sino que escuchamos un conjunto de música de cámara entre iguales,
donde nadie resalta más que el otro. Me vienen a la cabeza las ocasiones en que
la Mutter se mete a hacer música de cámara, por ejemplo: es para echarse a
temblar.
En el caso que nos ocupa, se trata de un grupo homogéneo,
con músicos de altísimo nivel y de una calidad camerística impresionante: todos
salen cuando tienen que salir, y se
retiran discretamente cuando alguien tiene algo más importante que decir. Y
Janine la primera de ellos. El ideal de la música de cámara.
Pero vayamos a las obras. Para el caso improbable de que alguien
no conozca la Noche Transfigurada de Schoenberg, ya está tardando en
remediarlo. Que no nos asuste el nombre del compositor, asociado a la música
dodecafónica. Es música arrebatadoramente romántica, de una belleza increíble.
Existen, como sabéis, dos versiones de esta obra: para sexteto de cuerda y para
orquesta de cuerda. Siempre me ha gustado más la de orquesta. Me ha parecido
que funciona mejor y la obra gana mucho. Alguna vez he escuchado versiones de
sexteto pero me han parecido algo confusas, una pelea continua en la que no se
acaba de escuchar nada claramente. Pues bien, mis prejuicios (de nuevo) han
tenido que desaparecer. Se trata de una lectura extremadamente cuidada,
escrupulosa con la partitura hasta el límite, sobre todo en cuestiones de
dinámica. Como músico de cuerda he de decir que tocar todo en mezzoforte es lo
más cómodo, y más con música tan expresiva como la de esta pieza. Lo difícil es
hacer caso a los matices: tocar p, pp y hasta ppp cuando haga falta. Y cuando
haya fortísimos, pues también. Lo que consiguen estos excelentes músicos es una
versión muy transparente, amplia (los tempi son en alguna ocasión más lentos de
lo acostumbrado) y relajada. Pero veamos algunos ejemplos:
Para todo aquel que le tenga miedo a Schoenberg, que escuche
este fragmento y me diga si existe música más romántica y apasionada:
A resaltar, en el minuto 0:26, la comedida sonoridad: se
pueden escuchar perfectamente cada uno de los instrumentos, cuando tienen algo
importante. Nada de protagonismos.
Un ejemplo de la inteligencia al traducir los matices de la
partitura: en el minuto 0:18 del ejemplo siguiente escuchamos las notas
perfectamente acentuadas por la Jansen, pero dentro de una dinámica muy
controlada. Porque más tarde (1:40) ya aparece en fortísimo, con unos acentos
mucho más violentos y sostenidos.
También destacaría el empleo de la afinación expresiva en el
0:18, con un uso muy acusado de los bemoles. Consigue una sensación muy
peculiar.
El último ejemplo de Schoenberg nos presenta el mágico
pasaje del 0:40 del siguiente ejemplo:
Increíble la sonoridad del grupo, con el cuidadísimo diálogo
entre violín 1º y violonchelo 1º, a partir de 0:55. De qué manera se consigue
la expresividad con un hilo de sonido...
Y pasamos al Quinteto en Do M de Schubert. Se trata de una
obra monumental que, según la interpretación, puede hacerse de lo más pesada.
Obra muy grabada, pudiera parecer que la presente grabación no aporta nada.
Pero no es así. Generalmente, esta obra suele grabarse por parte de un cuarteto
y un violonchelista "estrella" que se les une. Y el resultado suele
ser curioso: conscientemente o no, los dos violonchelos suelen
"picarse", rivalizando en sonido y expresividad, como para demostrar
que ambos son importantes. Y el resultado es el esperado: una obra densa,
pesada y saturada de decibelios.
En la presente grabación se ha cuidado mucho, y la sensación
es mucho más ligera y transparente. Se le ha quitado mucha de la trascendencia
severa que suele acompañar a estas últimas obras de Schubert. Escuchemos el
comienzo del 1º movimiento:
El sonido es muy diferente de Schoenberg: más semplice, con
un vibrato muy adecuado y unos tempi bastante ligeros. Como siempre, la
dinámica muy cuidada, sin exageraciones. Escuchemos, por ejemplo, el 2º tema
(1:52), que fluye con una gran naturalidad. Y la ligereza de la resolución de
este tema en 3:14, todo junto con una expresividad realmente deliciosa. Un
equilibrio muy difícil de conseguir.
Un fragmento del inmenso 2º movimiento, casi al final:
Escuchemos la infinita melodía de 2º violín, viola y 1º
chelo, que podría durar eternamente, y el cuidadísimo acompañamiento de la
Jansen (qué perfección en los incómodos acordes en pizzicato).
Y el comienzo del último movimiento:
¿Se puede tocar con más gracia?. Se aprecia la rusticidad
del tema principal, con un muy inteligente de los diferentes golpes de arco:
ahora a la cuerda, ahora poco a poco spiccato... Y hay que escuchar, en el
minuto 0:34, la increíble manera en que interpretan esta figuración, con un
empleo sutil del rubato que nos hace dudar de si estos músicos no habrán nacido
en la misma Viena. Una delicia. Y también la exquisita manera en que la Jansen,
en un discreto segundo plano, toca sus tresillos en el 2º tema (1:17). Nada de
divismos ni de querer destacar. Música entre iguales.
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